“El 80% de las mediciones de ruido en Medellín exceden la norma”. Así tituló El Tiempo su artículo del 5 de febrero de este año, en donde cuentan que, de las 104 pruebas hechas en el 2017, 77 demostraron incumplimiento de la norma nacional. La ciudad, en sus partes más ruidosas (como el Politécnico Jaime Isaza Cadavid, en El Poblado) sobrepasa la ley por 13,6 decibeles más de lo permitido durante el día, y 18,9 de lo permitido en horario nocturno.
Los carros. El barullo. Los pitos. Los gritos. El ruido. A todo eso nos hemos acostumbrado los habitantes de esta ciudad en la que la rutina es no estar nunca en silencio. Siempre escuchar algo. Por eso, decidimos identificar cuatro zonas de la ciudad que concentraran todo este ruido al que estamos acostumbrados pero que, a unos metros de ellas, pudiéramos encontrar un lugar que actúa a modo de oasis, de descanso sonoro.
No se trata de huir de los sonidos. No se trata de buscar el silencio a toda costa. Se trata de escuchar otras cosas, de permitirle al tímpano el contacto con otro ambiente.
Bello: el contraste a través de un puente
Si bien Bello no hace parte de Medellín, sí hace parte del área metropolitana, y escogimos la estación del Metro con el mismo nombre del municipio por un elemento bastante curioso: un puente. Es el puente de la salida de la estación el intermediario entre los contrastes. A la izquierda está el sonido citadino, los buses, los pitos, los gritos de los vendedores ambulantes. A la derecha, en cambio, está el descanso: una gran zona verde en donde abunda el sonido de la naturaleza.
Universidad: entre el caos y la muerte
Siguiendo el recorrido en sentido norte-sur, nuestra siguiente parada fue la estación Universidad. Ahora sí, dentro de Medellín, esta estación del principal sistema de transporte es lo que podríamos llamar un todo en uno: ubicada en la parte centro oriental de la ciudad, está cerca del Jardín Botánico, del Parque de los Deseos, del Parque Explora, del Centro comercial Aventura, de la Universidad de Antioquia y del Planetario. Por eso mismo, este lugar representa el ruido, el caos sonoro. Unos metros más adelante, siguiendo la ruta que hace el Metro, llegamos al Museo Cementerio San Pedro, nuestro oasis sonoro. Construido en 1842, nombrado museo en 1998 y declarado Monumento Nacional en 1999, es la cuna de muchas familias emblemáticas antioqueñas. Acá la muerte suena a pájaros.
Sí: ¡hay un oasis en el Centro!
Y llegamos al Centro. A la Avenida Oriental. Aunque ese es su nombre más popular entre las personas, se llama Avenida Jorge Eliécer Gaitán, y allí confluyen la mayoría de los buses de la ciudad junto a locales de chatarrería y comercio en general. Esta es, por supuesto, nuestra fuente de caos. Nuestro oasis en el centro es el Claustro San Ignacio de Comfama, ubicado en la Plazuela con el mismo nombre. La construcción tiene una arquitectura ecléctica, con exteriores de estilo neoclásico e interior gótico. Sus arquitectos fueron Horacio Rodríguez y Agustín Goovaerts; fue construido por primera vez en 1803, y desde entonces ha sufrido numerosas modificaciones.Este silencio es nuestro oasis en el Centro.
Carlos E Restrepo: fiesta nocturna, silencio matutino
Nuestro último contraste es un barrio histórico: el Carlos E. Restrepo, llamado así en honor a Carlos Eugenio Restrepo, expresidente de Colombia. En este barrio se encuentran La Biblioteca Pública Piloto y el Centro Cultural Facultad de Artes Universidad de Antioquia. A pesar de estar cerca de vías principales, cómo San Juan y la avenida Colombia, la vegetación y los senderos bohemios construyen un espacio mágico, que además de los pájaros, es un laberinto de silencios. Sus frondosos árboles aguardan vidas milenarias y sus pequeñas calles han abrigado a profesores y estudiantes desde hace más de 30 años. El Carlos E es un paisaje en colores tierra que se construye entre ladrillos, ramas y flores.
El contraste de este barrio hogar de las fiestas universitarias es la Avenida Colombia, una de las principales en Medellín.